martes, 1 de marzo de 2016

Diálogo interno.

Hace mucho que no escribo. Ya sabéis, los que aún paseáis los ojos por estas líneas de vez en cuando que soy bastante irregular a la hora de escribir. Siempre he creído que no imponer un horario al corazón es bastante más productivo que forzarle a expresarse y sangrar sobre el papel. U ordenador, en este caso. 
Me dedico estos días a reflexionar sobre el pasado, el presente y el futuro. Complejo compendio de palabras que alguien inventó para definir unos conceptos del tiempo que han causado más de una tragedia psicológica. Parte de mí quiere olvidar el pasado y parte de mí y quiera subirla. Parte de mí quiere vivir el presente y parte de mi quiere abandonarlo para siempre. Parte de mí quiere asumir su preocupación por el futuro y otra parte prefiere meterlo y garantizarme que no existirá. Me siento tan confuso que no sé a quién escuchar. Es como aquella historia de los lobos en el corazón.
Lo único que sé es que definitivamente mi mente y mi alma descansan en tiempos separados. Tengo la mente podrida de orgullo y el corazón podrido de tristeza y negatividad punto pero ¿qué puede hacerse contra alguien a quien no puedes destruir? La respuesta es simple: cambiarlo. Pero es más difícil cambiarse a uno mismo cuando estás aferrado a cosas que no siempre te vienen bien.
Hoy definitivamente no era un buen día. En mi fantasía lo único que podría arreglar el desastre de hoy es tener un pecho en el que llorar y unos labios que me susurren que todo va a ir bien. Un abrazo sincero, desnudo y cálido, que me prometiese un refugio de esta locura. Pero hoy no va a ser. Algún día, seguro. Pero hoy tengo que aprender a hacerme fuerte yo mismo. Que esos susurros que deseo tienen que salir de mí. Soy yo quien debe prometerme que todo pasará y que llegaré a conseguir cuanto me proponga. 
Pongo fin a este día nefasto. Me voy a la cama. Sólo. 

1 comentario: