martes, 10 de marzo de 2015

Respetuosamente.

El viernes pasado, me teñí de rubio, con las puntas en azul. Me dieron la oportunidad de hacérmelo en una escuela de peluquería, gratuitamente, y yo llevaba años queriéndomelo hacer. Así que, al ataque.
Pero mi padre no reaccionó bien. Mi padre, digo. Estaba de viaje y al volver me preguntó por WhatsApp que si era una peluca.
Primeramente me dijo que no quería que lo vieran conmigo el público.
Después me llamó friki (todo un honor para mí, querido).
Me dijo que si volvía a encontrar mi ordenador en mi casa, me lo partiría en la cabeza.
Que a la mínima que me descuidase, me rapaba.
-¿Y a tí qué te afecta que yo me tiña el pelo?
Anda que no se han reído ya de mí por tu culpa.
-¿Y ahora yo me tendría que sentir mal por haberme teñido el pelo o algo así?
Juanma, cállate la boca ya, y déjame en paz, ¿vale? Cállate ya.

Todo muy favorable.
Me hizo mucho daño que me insultase y me menospreciase así. ¿Por qué? Es sólo pelo, joder, PUTO PELO. Debo calmarme. Empiezo a volverme histérico.
Mi padre es una de esas personas a las que les importa qué pueden decir los demás. Yo no soy de esos. Yo soy yo, y no me van a cambiar jamás. No tiene derecho a amenazarme (-¿A qué viene amenazarme así ahora? +No es una amenaza, es una advertencia. Es que son muchas advertencias ya seguidas. O puede que sí, es una amenaza). No tiene derecho a insultarme. Ambos tenemos una percepción de la vida que el otro no comprende. Bueno, yo la suya la comprendo, pero no la comparto. Él es directamente incapaz de comprender.

Creo que esto va mucho más allá del pelo. A él no tiene por qué importarle cómo yo me tiña. No tiene más que girarse y taparse los oídos. Pero él ha optado por querer cambiarme a mí.
PUES NO, PAPÁ. No voy a cambiar. No me importa lo que pienses de mí. Me da igual que me odies. Mi vida sigue, y tú estás perdiendo el tiempo haciéndome sentir mal. Tú seguirás odiando mientras mis heridas se cierran, y ya está. No hay más. Tú decides en qué emplear el esfuerzo que dedicas a hacerme daño.
De hecho, estoy arriesgándome mucho escribiendo estas líneas. Tarde o temprano él sabrá que he escrito sobre él en Internet, que es un punto más de odio entre nosotros, desde que a los doce años puse en un estado de Tuenti que le odiaba. Inocencia adolescente. Pero esto va más allá. Ahora soy un adulto, plenamente consciente de lo que digo. Y digo, que no, que no tienes derecho y que con la excusa de que vivo contigo, porque no tengo otra opción, crees que puedes hacer conmigo lo que quieras. Ya no formas parte de mi educación. Soy un adulto con unas ideas muy claras. Y entre esas ideas, está la de que no puedes enseñarme nada bueno. Nada. Me da igual cuál de mis hermanas, o de tus contactos topos, te haya hecho llegar a leer esto. Te muestro mi opinión de forma respetuosa, y es que no, no llevas razón.

Yo sólo concluyo diciendo que a mí me encanta mi tinte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario