Y no es para menos. Quien llora por lo
pasado, sufre por lo presente y teme lo futuro. Y nadie en el mundo
debería tener que vivir así.
El más característico poder del
tiempo, es su capacidad para cambiar. Y es que, si sólo nos
lamentamos de ese cambio, en lugar de aprovecharlo, ¿en qué nos
convertiremos?
Tenemos que aprender a dejar atrás. A
olvidar, o quizá a recordar con amor en lugar de arrepentimiento u
odio. El odio puede ser una fuerte canalización de energía, pero de
igual forma puede llevar a la destrucción. A donde quiera que se
enfoque, no dejará más que cenizas de lo que pudo ser vida.
Nos queda mucho por recorrer, a pesar
de lo que ya hemos recorrido. Eso es algo que aprendí personalmente.
No digo nada de esto con la ignorancia que cualquiera emplearía. Te
hablo desde el punto de vista más humano de que puedo emplear.
Qué importa. Qué importa lo que
pudiste sufrir. Alégrate por lo que vas a disfrutar. La vida es una,
no lo olvides, ¿y vas a emplear algún tiempo preocupándote por
“Qué hubiera sido si...”?
Aprendí a la fuerza que hay que mirar
hacia adelante si no quieres que el pasado te destruya. Que vivir
cada día con la máxima fuerza y la mayor intensidad posibles. Ama,
HOY. Y también el “hoy” de mañana. Porque no existe
preocupación por el futuro tampoco. Existe la del ahora que será en
algún momento. Eres una hermosa mezcla de tres factores: Tu energía
del hoy, tus lecciones del pasado, y tu esperanza del futuro.
No permitas que te derriben. Rodéate
de quienes te hacen sentir bien por cómo eres. Por los que te
valoran por la belleza que hay en ti. Yo estoy contigo, si me
necesitas.
Y así, de las lágrimas que
derramaste, brotarán las más bellas flores.
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