Empiezo a buscar que no me quieran, sino que me protejan. El querer se lo lleva el viento, y prefiero ir sobre seguro. Me han querido, pero hasta ahora no ha servido mas que para sufrir.
No somos conscientes de la infección que deja en nosotros la herida del amor. Hiere, duele, sufrimos e incluso mata, aunque dulcemente. Y como somos estúpidos, nos herimos una y otra vez.
Pues yo no sé si dejar de herirme. Una musa se coló en mi corazón y no tiene intención de salir. Pero no puedo dejarme acuchillar porque la debilidad es algo que no puedo permitirme.
Me lamento, porque nadie puede amarme. Es un poco paradójico. No me aman porque no me dejo porque me hacen daño cuando me aman... Yo qué sé. Ni el mejor filósofo ni psicólogo lograría entenderme. Es extraño que ni siquiera yo entienda lo que siento.
Quiero romper con el pasado, y olvidar lo que quizá un día fui. Pero no puedo olvidar del todo, como yo quisiera. Hay momentos que quise mantener en mi corazón por siempre, por lo que hoy no puedo arrancarlos.
Ojalá la aventura de vivir no fuera tan dura. Ojalá todo fuera tan sencillo como en un videojuego. Siempre ganan los buenos, al final hay cohetes y quizá un beso, y salen las letritas tan chulas. Pero esto es diferente. Esto es la vida real. No hay más vidas que una, y si me dejo derrotar no tendré una segunda oportunidad. ¿Qué debo hacer? Amar... No amar... Un dilema sin sentido que no me deja descansar.
Anoche no pude dormir bien. Me desperté, que yo me acuerde, un mínimo de cuatro veces, con terribles pesadillas que me hicieron saltar de la cama. No recuerdo bien, pero huía de criaturas horribles, sangrientas... Como salidas de la fantasía gore de una mente perturbada.
No sé qué representan esas criaturas. Quizá hayan salido de los agujeros que quizá un día tuve que rellenar con amor que nunca recibí. Pero no quiero volverlas a ver. Tengo pesadillas desde que tengo memoria, pero nunca les he tenido tantísimo miedo como a las de anoche.
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