"Por un momento el tiempo se detuvo y sólo existía él
en el mundo. Él y toda las energías, no demasiado positivas, que se
acumulaban en su interior. Le habían dejado solo frente a la
adversidad y los peligros del exterior. Nadie se preocupaba por él,
nadie tuvo la audacia de dejarle decidir. Simplemente lo abandonaron.
Quienes se suponía que estarían ahí.
Miró a su alrededor mientras el tiempo volvía a la
normalidad. Pero no lo hacía la situación. Ahora estaba solo, y sin
vuelta atrás. Era vivir o morir, una lucha por la supervivencia y la
superación.
Supo que no iba a ser fácil. Que tenía mucho que
hacer, y que jamás lo había hecho antes. Tenía miedo, y sentía
rabia. ¿Por qué le habían hecho eso? No tenían ningún derecho.
Intentó mantener la calma, pero las lágrimas se agolpaban en sus
ojos. Apretó los puños y los labios. No quería sentirse débil, y
si se derrumbaba, la partida de aquel horrible juego habría acabado.
Era demasiado joven, y le habían obligado a coger los mandos. Sin
embargo, sintió, dolorosamente, como dos lágrimas se deslizaban por
sus mejillas.
Y así comenzó a andar y a hacerlo todo solo. Poco a
poco, por supuesto. Se convirtió en un chico hábil, y fuerte. Por
eso, tuvo la capacidad de lograr todo lo que se propuso. Encontró a
algunas personas, que jamás le traicionaron. Le acompañaron, y le
hicieron sentir bien. Y, además, creyeron en él. Y a menudo
recordaba a los que lo habían dejado tirado, como si fuera un
desecho que nadie quiere conservar. Y llegó el día en el que se
sintió orgulloso de sí mismo. Y su nueva familia también lo hizo.
Y todo porque supo conservar la calma, aceptar la situación, y
luchar por sobrevivir. Tuvo que madurar demasiado pronto, pero no
importaba. Lo que importaba, es que lo hizo.
Lo único que tuvo que agradecer con el tiempo, fue que
no tenía que depender de nadie. Por su culpa, quizá. Pero él había
salido ganando, por encima de sus traidores."
Leo.
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